Cafés con leyenda: el héroe que descubrió el café a los vieneses
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La cultura el café se abre paso en el mundo entero, mas hay algunos destinos que están marcados como visita
obligatoria para un auténtico apasionado. Viena es indudablemente uno de ellos, donde continúa el encanto tradicional de los locales más viejos. La relación de los vieneses con el café es tan singular que aun su origen está rodeado de encanto y cierta magia. ¿Conoces la historia de leyenda del héroe que llevó el café a Viena?
Los cafés de Viena, patrimonio de la humanidad
La capital austriaca es uno de los destinos preferidos por turistas de todo el planeta. Esta gran urbe monumental acumula uno de los pasados más ricos y emocionantes de Europa, con un patrimonio histórico-artístico que cautiva cada vez a quien la visita. Lo mejor es que Viena ha sabido amoldarse a cada temporada y el día de hoy ofrece una imagen renovada, respetando su legado y sin perder su esencia más tradicional, mas conviviendo con una faceta más actual y moderna.
Por más que se actualice, hay algo de lo que los vieneses están en especial orgullosos: su cultura del café. En Viena el café se respira de una manera muy singular, se vive y se siente en todos y cada esquina, sobre todo en el casco viejo, lleno de cafeterías y locales que han visto pasar muchos años de historia por sus mesas. No son únicamente cafés viejos que han subsistido al paso del tiempo, ya forman una parte de la propia identidad de la urbe.
Mas, ¿de qué manera llegó el café a Viena? ¿En qué momento comenzaron a surgir los primeros cafés? ¿Por qué razón se transformaron en algo tan esencial? Hay una historia de leyenda que lanza algo de luz sobre este tema, si bien está rodeada de determinado misticismo romántico.
La invasión otomana de Europa: Viena en riesgo
El café no se ideó en Viena y ni tan siquiera es la primera urbe europea en tener cafeterías como semejantes, no hay duda de que debió llegar desde fuera. Para entender de qué forma pudo introducirse este producto en la urbe centroeuropea hay que conocer un tanto el contexto histórico, y sobre todo los ataques que recibió desde el Imperio otomano, los turcos.
Ya en el siglo XVI las tropas otomanas procuraron adentrarse fijando la atención en Viena, atacando la urbe y sometiéndola a un primer ataque en mil quinientos veintinueve. El fracasado Primer Lugar de la urbe tuvo otro intento en mil seiscientos ochenta y tres, cuando las tropas turcas asediaron Viena en aquel verano ya antes de
generarse la batalla definitiva final, por la que de nuevo fueron derrotados.
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En este Segundo Lugar de Viena, la capital llevaba soportando la presión de las tropas turcas que a lo largo de 2 largos meses sometieron a la urbe. Los aliados cristianos europeos se preparaban para asistir en ayuda del emperador Leopoldo, que había escapado del ataque, mas los vieneses no soportarían considerablemente más. Muy cerca aguardaban las tropas del duque Carlos V de Lorena, aguardando el socorro prometido por el rey de Polonia, que debía asistir con su ejército. Mas la situación en la urbe era poco a poco más crítica, con sus
ciudadanos apartados y muriendo por falta de alimentos.
El héroe que salvó la urbe: café con leyendas
La Viena asediada soportaba la ética dirigida por Rudiger von Starhemberg, al frente de las pocas tropas que quedaban intramuros. Cuando ya no podían soportar considerablemente más, solicitó un voluntario para llevar un mensaje al duque de Lorena y comunicarse con los polacos, con la esperanza de apresurar la ofensiva sobre el ejército turco.
Y de esta forma apareció Franz George Kolschitzky (Jerzy Franciszek Kulczycki en polaco, mil seiscientos cuarenta-mil seiscientos noventa y cuatro), un noble polaco descendiente de una familia de la presente Ucrania (franz georg kolschitzky).
Kolschitzk era traductor y también intérpretre, diplomático, comerciante y asimismo soldado, que dominaba múltiples lenguas. Merced a su fluidez con el polaco, turco, alemán y húngaro, y su gran osadía, se transformó en el héroe que salvaría la urbe.
Este valiente personaje logró traspasar las líneas oponentes infiltrándose entre las tropas otomanas vistiendo un uniforme turco y, conforme se afirma, pasando inadvertido entonando canciones militares. Kolschitzky consiguió llegar hasta el duque llevando el mensaje de auxilio de la urbe, y logró regresar a Viena con la contestación. En verdad, no sería el único viaje que haría atravesando el ejército otomano, en tanto que gracias a él se pudo regular el rescate de la urbe y la ofensiva sobre los turcos.
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Un exquisito botín de guerra para los vieneses
La batalla definitiva fue veloz y violenta, puesto que apenas duró 2 días en aquel mes de septiembre. El ejército otomano escapó prácticamente con lo puesto, dejando sus campamentos, bártulos y animales sobre el campo de batalla. ¿Y qué se halló Kolschitzky entre el botín de guerra? El apreciado café turco.
La historia legendaria cuenta que, en el momento de repartir todo lo requisado del oponente, absolutamente nadie parecía tener interés por los sacos de café; en Viena aún no se sabía qué era aquello. Mas Kolschitzky sí sabía estimar esos extraños granos y pudo quedarse con ellos. Ya transformado en un héroe galardonado y honrado en la urbe, recibió la primera licencia oficial para abrir un café en Viena, y de esta forma enseñó a los vieneses qué era y de qué forma preparar un exquisito café.
El mítico café “de la botella azul” y el legado del héroe
Conforme recogen las crónicas de esta historia, Kolschitzky abrió el primer café de la urbe en la calle
Schlossergassl, muy cerca de la catedral. Lo bautizó como Hof zur Blauen Flasche, “la casa bajo la botella azul”,
asimismo conocido sencillamente como Zur Blauen Flasche. Allá dio a conocer a los vieneses y a los europeos que se aproximaban qué era esa bebida obscura caliente, a la que pronto la capital se aficionaría en masa.
La historia legendaria se extendió durante los siglos XIX y XX, transformando a Kolschitzky en una figura mítica y heroica, un símbolo histórico y cultural de los vieneses. No obstante, el día de hoy sabemos que es poco más que eso, una historia concebida por Gottfried Uhlich a fines del siglo XVIII. Fuentes históricas aseveran que realmente el primer café de la urbe lo abrió el espía armenio o bien heleno Johannes Deodat, que trabajó para la corte imperial.
Poco importa verdaderamente, puesto que Franz George Kolschitzky va a quedar por siempre como el enorme héroe de guerra que además de esto llevó el café a Viena (georg kolschitzky). Se le adora prácticamente como un beato patrón de los cafés, puesto que el modelo tradicional de las cafeterías tradicionales vienesas derivan del supuesto sitio “de la botella azul”. Aun el día de hoy se sostiene una calle bautizada en su nombre, en cuya esquina con la Favoritenstraße se levanta una escultura del personaje, erigida en mil ochocientos ochenta y cinco en su honor.
Seguramente no fue Kolschitzky quien abrió el primer café de Viena, y sus proezas van a estar el día de hoy embellecidas por lo romántico de la historia, mas su historia de leyenda continúa y ya es parte integrante de la historia de la urbe. La cultura del café vienés, y de toda Europa, no podría comprenderse sin rememorar las
valientes aventuras de este diplomático que asistió a salvar la urbe del invasor.